lunes, 17 de diciembre de 2007

EL ESPEJO

(Dormitorio casi a oscuras. En el fondo de la escena, frente al espectador, una cama individual, con una mesita al lado. Sobre ésta hay un teléfono, un vaso de agua y un tubo de pastillas. En el lado derecho, un armario. En el lado izquierdo, un gran espejo tapado con una sábana. Todo en silencio. Sentada en una silla, en el centro de la escena, de cara al público, se distingue a una mujer de unos 48 años.)
ROSA (inclinando el cuerpo hacia delante y hacia atrás, con los brazos cruzados y la mirada perdida): No, no… Todavía no. No es la hora. Aún no… (Mira el reloj. De repente, se detiene en actitud de escucha. Se levanta de un salto y se acerca al espejo con cautela. Lo destapa y se mira en él. [Se ilumina la habitación con una luz encarnada justo en el momento en que destapa el espejo.]) ¿Ana? (Espera respuesta.) Di algo… Sé que estás ahí (Se gira con rabia y se sienta de nuevo en la silla.) (Con tono abatido.) Siempre estás…ahí… (Sigue balanceando el cuerpo por espacio de 10 segundos. Mira de nuevo el reloj, se levanta de nuevo y se dirige decidida al espejo. Lo escudriña unos segundos y después sonríe, ya más relajada.) Hola, Ana. (…) (Alterada.) Oye, que yo no he tenido la culpa. Ya sabes cómo es mamá… (…) No, no, déjame que… (…) Eso no tiene nada que ver, es que… (…) Ya sé que no te gustan, pero ella se empeñó. Dice que huelen muy bien… (…) No, papá no dijo nada. Como siempre, lo que ella diga… (…) Ya lo intenté, te lo juro, pero con ella es imposible… (…) ¡Mira, si te vas a poner así, cojo la puerta y me voy! (Hace ademán de irse y, al momento, se detiene.) Está bien, pero es que cuando te pones así... (Se pasea por la habitación, con la vista clavada en el suelo.) No, él no estaba. (Deteniéndose en seco.) No sé por qué me lo preguntas, lo sabes de cada año. No va a ser éste… (…) (Sigue paseando.) Pues, no, no sé nada de él desde… bueno, ya sabes… (…) Mira, Ana, no empecemos. Bastante tengo con aguantar los sermones de mamá. Es mi vida, ¿vale? (…) Ya estoy harta de que todos me digáis lo que tengo que hacer. Ya no soy una niña pequeña, ya no es como antes… (Se calla. Pone cara de haber metido la pata. Mira hacia el espejo como esperando una reacción. Silencio prolongado.) ¿Ana? (Silencio.) ¿Estás ahí? No quería… (Silencio. Da un hondo suspiro y cubre el espejo de nuevo con la sábana. [Iluminación del principio. Fuera luz encarnada.] Se acerca a la cama y se echa en ella, en posición fetal, de cara a la mesita. Observa el bote de pastillas un instante y, finalmente, lo alcanza. Juguetea un momento con él. Se sienta en la cama. Se dispone a abrirlo cuando suena el teléfono.)
ROSA (descolgando el aparato): ¿Sí? (…) ¡Ah, hola! (…) Bueno, no muy bien… (…) Sí, hemos ido esta mañana. (…) Lo de siempre. Mi madre disponiéndolo todo a su antojo, mi padre al lado pero ausente y yo con el mismo sentimiento de culpa de cada… (…) No, ya lo sé, pero no puedo evitarlo. (…) (Gritando.) ¡No es tan fácil, ¿sabes?! ¡Tú no has tenido que aguantar estos 25 años de tortura! No sabes lo que es ser la hermana menos inteligente, la menos atractiva… (...) Sí, ya sé que éramos gemelas, tonto, pero aun así… Sé que mi madre no me perdonará nunca que fuera yo la que se salvó. Ella era su preferida… Bueno, la de ella y la de todo el mundo. (…) No me engañes, la tuya también. ¿Te crees que soy tonta? Ni lo era antes ni lo soy ahora. Por cierto, hubiera sido un detalle por tu parte que aparecieras hoy por el cementerio. Aunque hubiera sido por una vez en 25 años… (…) No, no lo digo por mí. Ya hace tiempo que superé lo nuestro. Lo digo por ella, te echa de menos… (Negro.)

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