Es curiosa la paradoja
de mi rutinaria,
por más que literaria,
vida.
Mis versos sirvieron,
alguna que otra vez,
de alimento vital
para tu espíritu.
Mis palabras
recorrieron pasajes ocultos,
dibujaron atajos
y llegaron victoriosas a tu alma.
Se instalaron en ella,
fondearon y tomaron posesión
de todos sus rincones.
Mi cariño,
entonces,
(y he ahí la paradoja)
fue desplazado por ellas,
arrinconado,
arrancado de su espacio,
y mudo y desarmado,
hubo de abandonarlo,
incapaz de defenderlo.
2 comentarios:
La vida está llena de paradojas. Y como no podemos entenderlas no queda de otra que aceptarlas.
Me temo que cuesta más aceptarlas que entenderlas.
Un beso, Mary
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