martes, 27 de abril de 2010

Horror vacui

No sabía cómo empezar. La blancura del papel, herida apenas por las líneas cuadriculadas de la hoja, que parecían tomar vida con el movimiento del vagón, lo tenía hipnotizado. Pero se había propuesto escribir algo y no pensaba rendirse tan rápido.
 
Mientras balanceaba nerviosamente el bolígrafo en su mano derecha, parecía meditar cómo organizar el relato. Primero, había que encontrar un personaje o personajes, un conflicto que sirviera para hilvanar la historia, un final... Tan fácil y, la vez, tan difícil.
 
Una tos lo sacó de su ensimismamiento. Al levantar la vista, se topó de frente con la mirada inquisitiva de una chica de mediana edad, bastante atractiva, pese al gesto de reprobación que lucía en su rostro. Por lo visto, la ponía nerviosa el incesante golpeteo del bolígrafo contra el asiento.
 
Inmediatamente, bajó la vista avergonzado y dejó de hacer ruido.
 
Pasó el rato, dos o tres paradas, y el muchacho no movió un solo músculo.
 
Cuando llegó a su parada no había escrito ni una sola palabra. Resopló con fastidio, guardó el bloc y el bolígrafo, tan inútiles ya, y aguardó pacientemente a que las compuertas del vagón se abrieran. Bajó y, con él, su historia no escrita. Al momento, el vagón se inundó de una marabunta de personas, cada cual con su historia, que quizá servirían de inspiración para otro aprendiz de escritor más espabilado o simplemente -quién sabe- con un trayecto más largo, como yo, que resistí impávido la tortura del dichoso bolígrafo y, mientras terminaba de escribir este relato, me preguntaba si la chica del ceño fruncido aceptaría tomar un café conmigo.

2 comentarios:

Sergi Sabater dijo...

Me gustó, ya echaba de menos tus relatos.
:-)

Esteruca dijo...

Gràcies, Sergi. M'alegra saber que segueixes per aquí. :)