Érase una vez una libélula de mil colores,
yo la vi.
Volaba en un día tibio y claro de primavera.
Sus alas de cristal creaban reflejos danzarines
en un cielo añil.
Volaba hacia el sol,
surcando,
alegre,
campos sembrados de ilusión.
Quise alcanzarla,
la quise para mí...
Sus alas jugaban con el viento,
yo la perseguí.
Quiero tocarte,
quiero saber
qué misterios guardas en ti.
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