lunes, 17 de diciembre de 2007

EL DIÁLOGO (II)

Madrugada de fin de año de 1952. Nieva copiosamente. Atascados en una caravana descomunal provocada por un desprendimiento, Antonia y Braulio discuten en el interior de un SEAT 1500. Fuera, se oye un ruido incesante de bocinas.
A. –¿Lo ves? ¡Te dije que pasaras por la carretera de la costa!
B. –¡Sí, claro! ¡Como si yo fuera adivino!
A. –¡Dios, qué frío tengo! Pon la calefacción, haz el favor.
B. –No sabemos cuánto tiempo vamos a estar aquí, así que será mejor que ahorremos combustible.
A. –Te recuerdo que llevo a tu hijo en mis entrañas. ¿Es que quieres que salga con cara de “pasmao”?
B. (Aparte.) Pues como saque la tuya, guapa, vamos “apañaos”…
–Mira, si acaso, cada diez minutos arrancaré el coche y daré la calefacción un rato para calentar el ambiente. (Aparte.) ¿Aún más? Si está que echa chispas…
–Anda, intenta dormir, que es tarde.
A. –¡Sí, eso! ¡A la una de la mañana que es ya me vienes con éstas! ¡Debimos salir del guateque a las 9, como te dije! ¡Mis padres me van a matar! ¡Tendría que haber llegado a las diez! ¡Menuda fiesta les estaré dando! Y sin poderles avisar…
B. –Pues hace un rato no tenías tanta prisa ni te acordabas de tus papaítos, ¡rica!
A. –Tampoco me imaginaba que me iba a ver en este lío por hacerte caso. (Con voz burlona.) ¡Un poco más, Antoñita! ¡Venga, mujer, no seas sosa! ¿Y ahora qué, eh? ¡No te bastaba con dejarme encinta que encima quieres matarme de frío!
B. –Lo siento, ya te lo he dicho mil veces. Creí que controlaba…
A. –¡Sí, claro! (Despreciativa.) ¡Yo controlo, yo controlo! ¡Tranquila, mujer! ¡No te preocupes, lo tengo todo controlado! ¡Tengo experiencia en esto! ¿Y ahora qué, eh? ¿Cómo se lo explicarás a mis padres, eh? ¡Yo controlo, señor! ¡Tranquilo, señor, yo controlo pero he dejado preñada a su hija! ¡Menudo control!… No sé cómo pude dejarme engañar… (Llorando.) ¡Dios mío, cuando se enteren mis padres! ¡Son capaces de echarme de casa! ¡Qué bochorno les voy a hacer pasar! Su pequeña, madre soltera a los dieciséis. Me matan, yo creo que me matan… (Estremeciéndose.) ¡Dios! ¡Me estoy congelando!
B. –¿Qué puedo hacer ya? Yo no sabía que las cosas se nos iban a complicar tanto… Si pudiera dar marcha atrás, te juro, Antonia, que haría las cosas de otra manera…No sabes cuánto siento todo esto…
A. –Braulio, tú sabes que te quiero y que estoy dispuesta a todo por estar contigo, incluso a faltar a la autoridad de mis padres… pero necesito saber si tú me quieres, si estarías dispuesto a casarte conmigo y reconocer a tu hijo.
B. …
A. ¿Me has oído, Braulio?
B. …
A. ¡Eres un maldito hijo de puta! ¡Y un cabrón malnacido!
B. …
A. (Presa de un ataque de nervios.) ¡Te juro que me arrojo de un puente, Braulio, te lo juro!
B. (Furioso.) ¡Cállate ya! ¡No digas más sandeces! ¡A ver si voy a ser yo al final el que haga alguna tontería…! ¿Es eso lo que quieres?
A. …
B. (Ido.) Quizá ésa sería la mejor solución… una cuerda… alrededor…
A. (Asustada.) ¡Calla, por Dios! No digas esas cosas… Perdóname. No te lo tomes así…
B. …del cuello… y se acabaron los problemas para siempre…
A. Braulio, saldríamos adelante… Viviríamos con alguna estrechez al principio, pero…
B. (Grave.) Antonia, me han concedido una beca para estudiar el curso que viene en la universidad de la capital.
A. Pues te vas a estudiar, no pasa nada… Yo no quiero que pierdas esa oportunidad por mí, pero podemos casarnos y luego te vas…
B. …
A. Acuérdate de que, el año pasado, me obligaste a dejar de ver a mi amiga Maite...
B. ¿Maite? ¿Qué Maite? Además, no es lo mismo, estamos hablando de mi futuro…
A. Pero yo hice lo que tú me pediste, por ti… Dejé a mi mejor amiga, a mi amiga de la infancia porque tú me lo pediste… ¡Qué ciega estaba!
B. (Recordando de repente.) ¡Ah! María Teresa, aquélla…
A. Sí, “aquélla”, como tú dices…
B. Es verdad, ya la recuerdo… (Pausa.) Era bastante más complaciente que tú…
A. ¡Eres un maldito bastardo, Braulio!

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