lunes, 17 de diciembre de 2007

EL SOLILOQUIO

(Calabozo de una comisaría. Todo en penumbra y en silencio. En el lado izquierdo del escenario se distingue a un hombre sentado en un banco, cabizbajo, con las palmas de las manos apoyadas en la frente. En el lado derecho hay un camastro y, en la pared del fondo, una pequeña ventana enrejada por la que se cuela un rayo de luz de luna. )
¡No puede ser! ¡Esto tiene que ser un sueño! ¡Una pesadilla…! Ahora despertaré, seguro. Tranquilo. Es un sueño. Ahora despertarás. ¡Despierta! …
(El hombre se levanta de un brinco y se dirige hacia el fondo del escenario, donde hay un espejo colgado en la pared. Se coloca delante de él, de espaldas al público. Conviene que el espejo sea de aumento, para que el público pueda apreciar bien su rostro.)
¡No me puede estar sucediendo esto a mí! … No te engañes. Es real. Estás aquí encerrado por matar a ese hombre. ¡No pude hacer nada…! ¡Se cruzó! Nada… Nada absolutamente… No fue culpa mía. ¡No me mires de esa manera…! Yo no quería… ¡Basta! ¿No me has oído? ¡Qué pensarán de mí! Que soy un borracho, seguro. Sobre todo ella. Nunca ha confiado en mí… ¡No bebas! No bebo… Si te para la poli y te hacen soplar… ¡Pero si sólo es una cerveza…! ¡No lo vi! ¡No lo vi! Salió de repente, por detrás de aquel coche. No… Su cara, sus ojos mirándome. Ojos tristes… Acusadores… Un segundo, un segundo nada más. ¡Maldito encendedor! ¡Maldito cacharro! Me distraje... ¡Un segundo! ¡Sólo un segundo! ¡No es justo! No puedo pagar tan caro por un segundo… Miro y esos ojos… Un segundo… Oscuridad. Cierro los ojos y bum… Ese ruido… bum… desagradable… bum bum… de pasar por encima de un cuerpo. Diferente. El ruido es diferente. Una piedra suena distinto… Ploc, ploc… Incluso un perro. Hacía calor. Es verdad, íbamos a la playa. Se cruzó. Pum… ¡¡yeiyeiyei!!… Más seco. ¡Cómo chilló! Sí… Él no ha chillado. Bum… y silencio. Pero sus ojos, un segundo antes… Maldita cerveza, maldito pitillo, maldito encendedor, malditas manos torpes… ¡No, no, no…! ¡Deja de mirarme así ya! ¿No vas a dejarme en paz? (Chillando.) ¡NO… HA SIDO… CULPA… MÍA…!
(Da un puñetazo al espejo y lo hace trizas. Se sobresalta. Mira hacia atrás. Corre hacia el camastro y se tumba, acurrucado, haciendo ver que duerme.)
Tranquilotranquilotranquilo. (Inspira profundo como si le faltara el aire.) Duerme… Intenta dormir… Mañana despertarás y todo habrá sido un sueño… ¡TIENE QUE SER UN SUEÑO!
(Cierra los ojos y un rayo de luz de la ventana le alcanza en el rostro. Hace pantalla con la mano. Se incorpora de nuevo.)
¿Por qué ahora? ¡Precisamente ahora! Me avisó. ¡No bebas…! No bebo… Pero dio positivo, el cacharro ese del demonio... Me trató como a un delincuente. ¿Qué se creía? Con su uniforme planchado y esa cara de autosuficiencia… ¡No pegaras un mal planchazo por ahí…! Pero, ¿por qué? Cien caminos, mil, un millón de sitios y tiene que cruzárseme a mí, y justo en el momento en que me agacho… ¡Maldito encendedor! ¡¡No es justo!! Yo soy un buen conductor. Jamás he hecho un parte. Jamás he tenido un accidente… Hasta hoy… Me van a crucificar… No iba bebido… Dio positivo, pero yo controlaba… No es eso. Fue el dichoso encendedor… Nadie me cree. ¡Dios! ¡Ahí están de nuevo! Malditos ojos, ¡salid de mi cabeza! ¡Dejadme en paz! Necesito dormir… dormir… dormir…
(Cierra los ojos y finalmente, después de dar muchas vueltas inquieto, logra dormirse. A través de la ventana, la luz difusa de la luna se va haciendo cada vez más clara, para denotar el paso de las horas. Un rayo, ahora de sol, le da en la cara. Se despierta. Se incorpora con dificultad, aún medio adormilado. De repente, abre los ojos con espanto, se mira, observa alrededor y grita.)

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