lunes, 17 de diciembre de 2007

EL DIÁLOGO


Tienda de electrodomésticos. En su primer día de trabajo, Carlos, de 18 años, se entretiene abriendo y cerrando las portezuelas de un microondas, de una nevera, de una lavadora… con semblante aburrido. En ese momento se oye el timbre de la puerta. Carlos se sobresalta. Se acicala el pelo con rapidez y se gira aparentando hacer algo. Se oye ruido de tacones aproximándose. Entra en escena, por el lateral izquierdo, una mujer de unos 60 años.
MUJER. –¡Perdone!
CARLOS. –¿Sí…? (Dándose la vuelta y esgrimiendo la mejor de sus ensayadas sonrisas.) ¿En qué puedo ayudarla?
MUJER. –Busco un aparato de masaje para los pies, pero de esos eléctricos…
CARLOS. (Pensativo.) –Umm, no sé si nos quedará alguno. Déjeme que lo compruebe…
MUJER. –Gracias. (Carlos se dirige al mostrador y consulta en el ordenador. Vuelve con cara de circunstancias.)
CARLOS. –Lo siento. No nos queda ninguno.
MUJER. (Con gesto contrariado.) –¡Vaya! Pues sí que la hemos hecho buena…
CARLOS. –Si quiere, puedo pedirlo al almacén. Estaría aquí en un par de días.
MUJER. (En confianza.) –Es que hoy es el cumpleaños de mi marido, ¿sabe?, y le hacía ilusión el cacharro ese... Bueno, en realidad ha sido más bien idea mía, porque me tiene frita. (Carlos hace un gesto de interrogación con la cara y la mujer prosigue, visiblemente halagada.) Está obsesionado con sus pies. Cada noche tengo que darle un masaje. Cada dos semanas, cortarle las uñas… y no me dice que se las pinte porque creo que le da vergüenza, que si no…
CARLOS. (Aguantándose la risa como puede, imaginándose la escena.) –Ya… (Aparte.) Para una clienta que entra y me toca la pesada de turno. ¡Hala! ¡Y venga! ¡No te cansarás! Y yo aquí sin vender ni una escoba… ¡Un momento! Claro…
MUJER. –…yo creo que me las hacía pintar también.
CARLOS. –Perdone que la interrumpa. Estoy pensando que tengo algo que podría sacarle del apuro. ¿Su marido es maniático con los calcetines? Me refiero a que quizá le molesta encontrarse los calcetines desparejados…
MUJER. –¡Huy! ¡Sí! Con esto de los calcetines se pone frenético. ¡María! ¿Dónde está el calcetín que falta de rayitas…? ¡María! ¡No encuentro los calcetines de jugar al pádel! ¡Pero qué más le dará! ¡Si con la barriga que tiene no se ve los pies…!
CARLOS. (Riendo.) –Entonces no se hable más. Tengo el mejor regalo que puede hacerle a su marido.
MARÍA. (Intrigada.) –¿Ah, sí…? ¿Y qué es?
CARLOS. –Es un invento fantástico que tiene mucho éxito. Con él no volverá a perder ni un calcetín más.
MARÍA. (Con sorpresa.) –¿En serio? ¿Ni los que se me caen por el patio de vecinos?
CARLOS. (A punto de perder la paciencia.) –¡Hombre, señora! Me refiero a la hora de doblarlos y guardarlos. (Aparte.) Madre mía…
MARÍA. –¡Ah…! Vale, vale. (Aparte.) Pues nos ha salido respondón, el niño…
CARLOS. –Vuelvo en seguida, ¿eh? (Carlos sale de escena. La mujer se queda sola y pasea distraída tarareando una canción. Mientras, se dedica a abrir y cerrar las portezuelas del microondas, de la nevera… Al momento, entra Carlos con paso decidido. Lleva una cajita en la mano.)
CARLOS. –¡Aquí está! (Abre la cajita y enseña orgulloso su contenido a María, que se acerca intrigada.)
MARÍA. –Y esto ¿qué es? ¿Una pinza?
CARLOS. (Intentando mostrarse impasible.) –Esto es el EMPAREJADOR, de la casa KMLO’S.
MARÍA. –Pues parece una pinza de tender… (Aparte.) Este se ha creído que yo soy tonta.
CARLOS. –A ver, le explico… Parece una pinza de tender, pero no lo es. Aunque su funcionamiento es bastante similar… Usted coge los dos calcetines del mismo par y, antes de guardarlos, les coloca el emparejador. De esta manera, quedan sujetos y no se separan el uno del otro. ¿Qué le parece? ¿Ingenioso, verdad?
MARÍA. (Aparte.) El niñato este se cree que me puede tomar el pelo tan fácilmente… Ingenioso, dice… (Sonriendo condescendiente.) –Sí, claro, muy ingenioso. Y… ¿cuánto dice que cuesta?
CARLOS. (Guasón.) –No se lo he dicho todavía, pero eso es lo mejor: su precio. Solo cuesta treinta euros.
MARÍA. (Sin poderse contener.) –¿Treinta euros por una pinza? Mira, sabes qué, mejor me llevo el cacharro este de hacer abdominales, que le irá mejor… Total, ahora llega el verano y ya no usará calcetines.

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