Tienda de electrodomésticos. En su
primer día de trabajo, Carlos, de 18 años, se entretiene abriendo y cerrando
las portezuelas de un microondas, de una nevera, de una lavadora… con semblante
aburrido. En ese momento se oye el timbre de la puerta. Carlos se sobresalta. Se
acicala el pelo con rapidez y se gira aparentando hacer algo. Se oye ruido de
tacones aproximándose. Entra en escena, por el lateral izquierdo, una mujer de unos
60 años.
MUJER. –¡Perdone!
CARLOS. –¿Sí…? (Dándose la
vuelta y esgrimiendo la mejor de sus ensayadas sonrisas.) ¿En qué
puedo ayudarla?
MUJER. –Busco un aparato de masaje
para los pies, pero de esos eléctricos…
CARLOS. (Pensativo.) –Umm,
no sé si nos quedará alguno. Déjeme que lo compruebe…
MUJER. –Gracias. (Carlos se
dirige al mostrador y consulta en el ordenador. Vuelve con cara de
circunstancias.)
CARLOS. –Lo siento. No nos queda
ninguno.
MUJER. (Con gesto
contrariado.) –¡Vaya! Pues sí que la hemos hecho buena…
CARLOS. –Si quiere, puedo pedirlo al
almacén. Estaría aquí en un par de días.
MUJER. (En confianza.) –Es
que hoy es el cumpleaños de mi marido, ¿sabe?, y le hacía ilusión el cacharro ese...
Bueno, en realidad ha sido más bien idea mía, porque me tiene frita. (Carlos
hace un gesto de interrogación con la cara y la mujer prosigue, visiblemente
halagada.) Está obsesionado con sus pies. Cada noche tengo que darle
un masaje. Cada dos semanas, cortarle las uñas… y no me dice que se las pinte
porque creo que le da vergüenza, que si no…
CARLOS. (Aguantándose la
risa como puede, imaginándose la escena.) –Ya… (Aparte.) Para
una clienta que entra y me toca la pesada de turno. ¡Hala! ¡Y venga! ¡No te
cansarás! Y yo aquí sin vender ni una escoba… ¡Un momento! Claro…
MUJER. –…yo creo que me las hacía
pintar también.
CARLOS. –Perdone que la interrumpa.
Estoy pensando que tengo algo que podría sacarle del apuro. ¿Su marido es
maniático con los calcetines? Me refiero a que quizá le molesta encontrarse los
calcetines desparejados…
MUJER. –¡Huy! ¡Sí! Con esto de los
calcetines se pone frenético. ¡María! ¿Dónde está el calcetín que falta de
rayitas…? ¡María! ¡No encuentro los calcetines de jugar al pádel! ¡Pero qué más
le dará! ¡Si con la barriga que tiene no se ve los pies…!
CARLOS. (Riendo.) –Entonces
no se hable más. Tengo el mejor regalo que puede hacerle a su marido.
MARÍA. (Intrigada.) –¿Ah,
sí…? ¿Y qué es?
CARLOS. –Es un invento fantástico
que tiene mucho éxito. Con él no volverá a perder ni un calcetín más.
MARÍA. (Con sorpresa.) –¿En
serio? ¿Ni los que se me caen por el patio de vecinos?
CARLOS. (A punto de perder
la paciencia.) –¡Hombre, señora! Me refiero a la hora de doblarlos y
guardarlos. (Aparte.) Madre mía…
MARÍA. –¡Ah…! Vale, vale. (Aparte.) Pues
nos ha salido respondón, el niño…
CARLOS. –Vuelvo en seguida,
¿eh? (Carlos sale de escena. La mujer se queda sola y pasea distraída
tarareando una canción. Mientras, se dedica a abrir y cerrar las portezuelas
del microondas, de la nevera… Al momento, entra Carlos con paso decidido. Lleva
una cajita en la mano.)
CARLOS. –¡Aquí está! (Abre
la cajita y enseña orgulloso su contenido a María, que se acerca intrigada.)
MARÍA. –Y esto ¿qué es? ¿Una pinza?
CARLOS. (Intentando
mostrarse impasible.) –Esto es el EMPAREJADOR, de la casa KMLO’S.
MARÍA. –Pues parece una pinza de
tender… (Aparte.) Este se ha creído que yo soy tonta.
CARLOS. –A ver, le explico… Parece
una pinza de tender, pero no lo es. Aunque su funcionamiento es bastante
similar… Usted coge los dos calcetines del mismo par y, antes de guardarlos,
les coloca el emparejador. De esta manera, quedan sujetos y no se separan el
uno del otro. ¿Qué le parece? ¿Ingenioso, verdad?
MARÍA. (Aparte.) El
niñato este se cree que me puede tomar el pelo tan fácilmente… Ingenioso, dice… (Sonriendo
condescendiente.) –Sí, claro, muy ingenioso. Y… ¿cuánto dice que
cuesta?
CARLOS. (Guasón.) –No
se lo he dicho todavía, pero eso es lo mejor: su precio. Solo cuesta treinta
euros.
MARÍA. (Sin poderse
contener.) –¿Treinta euros por una pinza? Mira, sabes qué, mejor me
llevo el cacharro este de hacer abdominales, que le irá mejor… Total, ahora
llega el verano y ya no usará calcetines.
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